Parlamentos, - Espectáculo Político Deprimente

neiraEn la actualidad, en la mayoría de los países democráticos, estamos asistiendo en las sesiones de ambas Cámaras de sus respectivos Parlamentos a la mínima expresión democrática de sus diputados y senadores, en cuanto a su actuación discursiva, exenta de contenidos relevantes para la sociedad hasta el extremo de generar tumultos y riñas de mal gusto.

La mayoría de las actuaciones deprimentes por parte de diputados y senadores son responsables los partidos políticos que, en su afán desmedido por hacerse del poder, incluyen en sus listas personajes sin contar con la mínima cualificación, tanto personal como académica, en detrimento de la imagen de los Parlamentos. Es indignante comprobar y permitir que ingresen individuos en partidos políticos por el exclusivo mérito de fidelidad a las cúpulas. No tienen en cuenta que son servidores públicos, y por su escasa formación personal e intelectual, en la mayoría de los casos, solo buscan distinguirse de los demás, medrar y perpetuarse en el cargo, sin reparar en la decencia y el bien hacer que debe regir como norma de vida. Uno de los espacios neurálgicos que facilita el ingreso de este tipo de individuos es consecuencia de la propia organización interna de los partidos políticos, en general, rígida y sin controles en su funcionamiento interno y personajes dudosos en la cúpula de los partidos.

Los graves problemas que planean en la democracia son la soberanía popular, la representación, la vida partidaria, la regulación de la participación ciudadana, y los derechos sociales, entre otros, éstos condicionan a los ciudadanos a los designios espurios de una “casta política” insertada en el sistema democrático. Esta se caracteriza por la falta de honradez, formación, interés en el bien público, irresponsabilidad, corrupción, mala gestión, crispación, y falta de liderazgo. Lamentablemente, esta nueva “casta” solo le interesa el adoctrinamiento y obediencia debida, provocando con estos comportamientos una profunda deslegitimación de las instituciones democráticas y un severo deterioro de nuestro sistema político. Este limitado círculo de poder absolutista se desenvuelve en permanente conflicto con la ciudadanía cercenando las libertades y los derechos individuales de los ciudadanos.

Ejercen el poder del Estado entendiéndolo como patrimonio propio y subordinan a la institución presidencial y al partido a los designios de su propia perpetuación. Para estos el nepotismo y el clientelismo son valores superiores y la impunidad es su escudo protector, avalada en muchos casos por otros poderes e instituciones, grupos económicos o mediáticos, entre otros.

En su constante lucha por acceder al poder, se basan en muchas ocasiones, en adhesiones personales más que en afinidades ideológicas. Adhesiones, además, que cambian cada cierto tiempo en función de los intereses particulares y no el de la ciudadanía, lo cual les aleja cada vez más de ella. Dan la sensación de ser empresas de reparto de cargos donde lo que prevalece para hacer carrera es la fidelidad al líder. La conexión con sus votantes es mínima. Los rebeldes son expulsados de las listas electorales. Los cargos en la administración pública son utilizados para alimentar una amplia red clientelar.

Ante tamaña crisis en el sistema democrático, día por medio uno se sorprende por la cantidad de partidos políticos que proliferan en el escenario político, vaya a saber si es por interés de su país, o por el contrario se constituyen para instalarse en el poder y cimentar su propio bienestar en detrimento de sus ciudadanos.

La corrupción generalizada está destruyendo y socavando las estructuras democráticas, llámese gobierno, poder legislativo o poder judicial. Una minoría de corruptos y sinvergüenzas está sojuzgando a la gran mayoría de los ciudadanos honrados que lo único que pretenden es vivir en paz y en democracia, y sus deseos son tener trabajo, educación, salud y una vivienda digna.

No es admisible que países con riquezas incalculables tengan importantes grupos de ciudadanos sumergidos en la pobreza y la miseria mientras sus dirigentes se enriquecen vilmente a costa de estos.

A la luz de esta triste realidad en el sistema democrático es necesario una profunda reestructuración de los partidos políticos, en general, no es de recibo que ciertos países cuenten con gran cantidad de partidos o agrupaciones políticas. Es una aberración en sí misma. Esta proliferación de partidos sin representatividad real ciudadana sirve a los intereses de partidos hegemónicos que gobiernan manteniendo una alternancia en el poder. Estos, a su vez, utilizan todos los resortes que les permite semejante diversificación de partidos para desvirtuar el voto ciudadano en beneficio de sus propios intereses.

La sociedad ya no acepta esas reglas del juego, quiere otras que permitan una mayor participación, una mayor redistribución de la riqueza, y un mayor control ciudadano sobre sus dirigentes. Es inquietante observar las incontables manifestaciones ciudadanas que, día a día, se llevan a cabo en muchos países, éstas lamentablemente desembocan en graves conflictos internos extrapolables a otros países y nos lleva a preguntarnos si en la actualidad la democracia puede recuperarse y continuar siendo el mejor de los sistemas de gobierno ante otras formas de poder.

Líderes mundiales de países democráticos deberán tomar recaudos y arbitrar normas y medidas correctoras en profundidad sobre los controles que deben ejercerse en democracia para que estas clases o castas políticas desaparezcan rápidamente del concierto de países que sufren sus consecuencias. Todo en aras de que sigan siendo viables nuestras libertades, derechos y obligaciones como ciudadanos.

Es lamentable observar como muchos políticos de bien que ejercen infinidad de cargos públicos se encuentren enfrentados ante grupos de personajes miserables que impiden que puedan ejercer la noble profesión de la política al servicio del bienestar general a la que aspiramos la gran mayoría de los ciudadanos del mundo.

Manuel Neira Sánchez