Explorando nuevas vivencias
Por: Ricardo Tribín Acosta
Que frecuente resulta que siempre tomemos la misma ruta para ir a algún lugar, llámese trabajo, cine, teatro, restaurante, universidad, etc., pues ya estamos acostumbrados a ir por ahí. Parece que nos resultara muy difícil salirnos de ese camino para buscar otras alternativas quizás mejores. Sin embargo cuando al final nos atrevemos o le hacemos caso a alguien que nos sugiere ir por una parte diferente, nuestra reacción es “carambas, y como no se me había ocurrido antes”.
Y cuando vamos a restaurantes casi siempre escogemos los mismos gustos o simplemente al seleccionar el plato parece ser que solo hubiese el que conocemos. No es raro que las parejas cuando salen a comer frecuentemente discutan sobre el lugar a escoger. Selecciónalo tu le dice la mujer al marido, respondiendo este no, hazlo tu que hoy te quiero dar gusto, y así “at infinitum” terminando la charla en discusión por no decidirse ninguno de los dos adonde ir.
Hay otros casos en que es uno solo el que toma la decisión por el otro. Esto pasa por ejemplo con la televisión en la que uno de ellos se vuelve el propietario exclusivo del canal, sin dejarle espacio a su pareja para que vea algo que le guste. Igual cuando de ir al cine se trata, ya que allí el que determina adonde ir es uno de los dos, sin que en el medio no aparezca el conflicto por la contrariedad de la actitud egoísta del otro o de la otra.
Incluso hay parejas que nunca se dejan por haberse acostumbrado el uno al otro o por que su inseguridad les impide tomar decisiones acerca de una relación gastada que ni les conviene y en no pocos pasos les hace daño. Lo aceptan todo con tal de quedarse en lo conocido, evitándose así los riesgos que la incertidumbre representa, sin darse cuenta de que al final del túnel habrá luz y que cuando logran decidirse a arrancar, lo que encuentran es mucha paz y libertad.
Por lo antes descrito es importante aprender a no vivir en la monotonía sino a salirnos de ella y atrevernos a explorar nuevas vivencias las cuales incluso puede que traigan circunstancias como perderse en la carretera, ver la película equivocada, probar una comida que al final no nos guste o quedarnos solos por un tiempo. Lo bonito de la aventura de arriesgarse es que ella le da cabida a la fantasía en la realidad, y que dentro de un prudente margen podrá conducirnos a muy buenos resultados. Decidirse a cambiar no es fácil, pero tampoco imposible. Hagámoslo sin temor, incluso en el proceso de dejar atrás los viejos hábitos.